Editado por Penélope Collado
“Yo nací percusionista.”
David Almengod.-
La pasión se volvió una carrera.
Soy músico desde que tengo uso de razón. Desde niño, siempre con una güira y una tambora, un gancho de peinar, una lata de salsa, un pote de agua, sacándole sonidos a todo lo que tocaba, fascinado por los ritmos que escuchaba, admirando a artistas desde Johnny Ventura a John Travolta. Mi relación con la música comenzó a temprana edad y será de por vida.
Hay un dicho que dice que el que nace para martillo del cielo le caen clavos. Desde chiquito estuve relacionado con el arte y los espectáculos comunitarios y folklóricos organizados por los clubes de mi barrio, La Altagracia de Herrera. Un día alguien necesitaba un percusionista para un proyecto de fusión y yo me lancé. Así conocí a Luis Díaz y a José Duluc. Yo siempre he sabido que no iba a ser otra cosa más que músico, pero cuando me pagaron, dije ¡guao!, encima de que me encanta, también me puedo ganar la vida haciendo esto.
Empecé de forma profesional con Sonia Silvestre, luego con Xiomara Fortuna. Seguí proyectándome en grabaciones con Manuel Tejada, Sergio Vargas, Maridalia Hernandez. Trabajé con Jorge Taveras quien dirigía muchos espectáculos, y así conocí a Armando Manzanero.
Trabajo comunitario.
Siempre he estado abierto a servir. Doy talleres de percusión usando objetos reciclados a los jóvenes y los niños de barrios donde usamos cosas como un zafacón, un galón, o una botella como instrumentos de percusión.
Eso lo hago tanto de manera como personal como con el programa de La Escuela Libre del Ministerio de Cultura que dirige Ángel Mejía. Ahora mismo estoy dando ese servicio en La Escuela de Arte de Herrera.
Al principio es un poco raro para los muchachos ver los tanques y cubetas, pero cuando empezamos a hacer música con estos objetos, quedan maravillados. Es una manera de decirles mira, se puede, no hay que esperar a que alguien te done una conga o una tambora, vamos a crear las oportunidades nosotros. Y ese mensaje trasciende la música.
De uno de estos talleres surgió el grupo Sonido de Capotillo, que formó parte del evento de los 45 años del Conjunto Quisqueya y ya han estado de gira por todo el país. Así que ha sido una experiencia de las que puedo decir que hay frutos – que se puede hacer algo importante con aquello que crees que no sirve.
Marakandé.
Mi música recoge mis vivencias sonoras. Comencé en el folclore, después exploré el jazz, me enamoré de la música brasileña, a través de The Police descubrí el rock. Y si escuchas a Marakandé, mi proyecto musical, descubrirás un poco de todo eso. Por eso describo mi trabajo como un abrazo: cuando te involucras con una persona, la abrazas, te envuelves. Entonces en mi música, muchos ritmos se dan abrazos, muchos géneros se encuentran en un solo lugar.
Mi última experiencia fue con Juan Luis Guerra. Tocamos juntos desde el 2006 al 2011 más o menos. Paré Marakandé porque tenía que organizar mi vida. Conocí a Dios y encontré ese orden que necesitaba, pues el ritmo de vida de los que trabajamos en el entretenimiento puede ser caótico y destructivo. Con esa energía renovada y saneada es que retomo a Marakandé. Consciente de que mi música es una herramienta, un arma, un instrumento, que puede llegarle a personas de una manera positiva o negativa. Yo decidí que fuera positiva.
Ahora mismo lanzaremos música como se estila ahora, con temas en Spotify y reseñas en el Instagram. Estamos preparando tres temas, uno de ellos llamado Como Dice el Dicho. Tomé muchos dichos populares dominicanos y los uní en una sola canción, con elementos electrónicos, ritmos de gagá y ritmos haitianos.