por: Yaissa Jiménez
Aún no tengo una idea concreta de como lograr, no solo en las reseñas sino también en mis días, que lo que expongo en mis letras tenga por lo menos un digno porcentaje de lo que se manifestó en mis sensaciones. Haciendo honor a la insistencia de hacer lo adultamente correcto y llevando lo sensorial al terreno de lo racional, vamos a intentar nueva vez sacar al aire colectivo lo que se respiraron estos pulmones. Creo que también al tratarse de una reseña que va sobre la agrupación Pororó, tiene todo el sentido permitir a este lead ser guiado por esta realidad; porque si una frase me he llevado conmigo después de escucharlos es que: en el arte, estamos destinados a ser determinadamente auténticos.
Arnold Martínez (guitarra y voz), Joel Rosario (guitarra), Daroll Méndez (bajo), Anyel Domínguez (percusión), Tery Sanmaray (percusión) y Abel De La Rosa (teclado), son una mezcla de lo sutil-empírico, lo sutil-académico y lo determinadamente nueva era. Tocan fibras sensibles sin que los oyentes tengamos que acudir a la insulina como recurso ocasional y están enfocados en, como dijera de Arnold durante una entrevista en Sesiones Guarevel, “que tanto las letras como la melodía sean lo más simple posible”. Una apuesta al minimalismo que no resulta sencilla cuando se acoge el uso de ritmos afro-caribe como parte de las piezas. Es una delgada línea de la que al parecer están muy conscientes y que voluntariamente están dispuestos a equilibrar.
Tuve la oportunidad de verlos en vivo el pasado sábado 19, no había podido observar al ensamble completo y admito que tenía una espinita de no saber si con una mayor cantidad de músicos se sentiría tan íntimo como cuando los vi en la entrevista de Guarevel. Desde la primera canción se despejaron mis dudas. No solo funciona, la intimidad se triplicó con la banda completa entrando en el terreno de juego. Sorpresas como Abel De La Rosa (teclado), utilizando un distorsionador de voz (una sensación muy Draft Punk o Chromeo) entre otros detalles. Siguió siendo un canto al oído, una sensación muy Drexler-riana, un complejo punto del que no se puede, ni se quiere, retornar.
Tenía mucho TIEMPO queriendo hablar de la fuerza Del Directo, (de los conciertos, las presentaciones). Esperé a poder escucharlos en vivo para entender si sería propicio (léase la reseña realizada al nuevo sencillo de La Marimba que aborda la relación de sencillos fuertes y un álbum meticulosamente ejecutado para enfrentar un Directo potente y experiencial). La creación de una línea narrativa que nos lleve a entender aún más lo poético escondido en los detalles que acompañan a lo sonoro (gestos, química entre los músicos, la atmósfera que generan etc…)
Intercalar momentos, sensaciones, estímulos sonoros y escénicos (de quererse así). Invadir el silencio del público, alterar la idea de que “ellos allí y nosotros acá, arriba”, incluirlos y valorar su experiencia. Esa es la eterna estructura Del Directo que marca y que veo también esta banda busca explorar, aún no ha es su fuerte, pero creo lo será.
El Disco. La 1ra, la 2da, la 3ra, la 4ta, la 5ta, la 6ta y Pa’ lo Callao (que se supone se llamaría Después de la Primera), este es el listado de las canciones que conforman su primer disco que lleva el mismo nombre de la banda, Pororó. Ni idea certera del porqué de esta estructura, pero puedo especular y analizar, eso sí. Los valores agregados actualmente están siendo aún más determinantes. Las posibilidades de contacto se multiplican desde que tenemos acceso a una cantidad infinita de música, de arte. Lograr una asociación holística de tu arte con otras dimensiones de tu proceso creativo, colabora a que los que estamos de este lado, como oyentes en este caso, llevemos nuestras curiosas cabezas hasta una propuesta. Ya existen referentes de peso (Rosalía como el más reciente), que hacen del disco una historia que contar, un recorrido narrativo.
Sí. El nombre Pororó (Por los dos) tiene la magia de ser el que se utiliza en Villa Mella para identificar a los “villamelleros” natos. Y también sí, no se trata de una atadura, se trata de una relación cordial con esa potente esfera que significa Villa Mella y los ritmos que allí convergen. La defensa de la afrodescendencia como consigna de emancipación puede entrar fácilmente en lo panfletario si no se accede a la libertad como primer beneficio y norte de estas búsquedas. Por ello me alegra leer en la bio de Facebook de Pororó: “apegados al mestizaje musical que resuena en el Caribe”
Auguramos cosas buenas (y de forma progresiva) para esta agrupación. Hay sensaciones que no nos dejan mentir.