por: Max ‘Drlacxos’ Cueto.-
En el mapa cambiante de la música dominicana actual, cuatro lanzamientos recientes dibujan un espectro de emociones y búsquedas personales: la calidez introspectiva de Pedro Fortunato, la reinvención luminosa de Merlis Camilo, la energía experimental de MÓRIA y la crudeza doméstica de Korven Brox. Cada uno, desde su trinchera, explora una forma distinta de vulnerabilidad y riesgo, uniendo lo íntimo con lo sonoro, lo local con lo universal.
Pedro Fortunato – Verano Fugaz
Con ‘Verano Fugaz‘, Pedro Fortunato nos presenta su primer EP. Cinco canciones y diecisiete minutos le bastan para capturar ese instante en que la vida se siente ligera, brillante y, al mismo tiempo, llena de nostalgia. Es un disco que busca la ternura: un verano que se recuerda más de lo que se vive. Desde el primer acorde, Fortunato se mueve entre lo contemplativo y lo melódico, construyendo un universo íntimo que se sostiene por su sencillez emocional. En ‘La Niña Que Conocí‘, la mezcla de merengue y pop bailable evoca un Caribe emocional desde la distancia, una historia de amor fugaz convertida en símbolo de hogar, memoria y añoranza. Co-producida junto a Fede López, la canción baila entre el ritmo y la melancolía con una naturalidad desarmante. ‘Morenita en Cabarete‘ continúa ese diálogo entre cuerpo y paisaje, mientras ‘No Necesito Nada‘ con Edgar Molina y Fede López baja el pulso hacia la calma absoluta. Es una oda a lo esencial, grabada con espíritu de jam playero, voz despreocupada, percusiones tibias y una sensación de paz que parece venir directamente del mar. “Mejor de ahí… se daña”, parece decir el disco, sabiendo cuándo detenerse antes de romper su propio encanto. Lo más poderoso de Verano Fugaz es su economía, Fortunato no abusa de nada. Cada pausa, cada acorde, respira. Hay una atmósfera constante de brisa marina, de guitarras que suenan a despedida y a reencuentro. Su sello dominicano está presente, pero sin recurrir a clichés tropicales; más bien, destila la esencia del Caribe emocional, donde lo popular y lo poético se confunden con elegancia. Quizás lo que se echa de menos es un quiebre más audaz, algo que sacuda la homogeneidad de su tono sereno. Pero incluso esa contención se siente coherente con el propósito del EP; ser efímero, dejar la huella de lo que pasa rápido pero se queda dentro.
Merlis Camilo – Ego y Amor
Merlis Camilo se reinventa, la artista local presenta Ego y Amor, un EP de cinco canciones, no es solo un registro de crecimiento artístico: es un diario íntimo sonoro. Tras convertirse en madre, Camilo mira hacia adentro, confronta su vulnerabilidad y juega con la tensión constante entre ego y amor, introspección y exposición. La cantautora, junto a Guillermo Ureña y Adriano Sang, construye un mosaico de géneros que va desde pop y balada hasta trap, rock y ritmos latinos, sin perder la coherencia de una voz que se siente genuina y segura. Temas como ‘Culpable‘ desnudan la lucha interna entre buscar culpables externos y asumir la propia responsabilidad; un track que combina melodías suaves con un mensaje introspectivo contundente, reforzado por la producción precisa de Sang. Pero Merlis no se queda en lo esperado. ‘IDGF‘ es una sacudida que va de la mano con la idea de este trabajo, jugar con sonidos retro, convirtiéndose en un mutante que desconocemos a donde pudiera parar. ‘Dioses‘ es un golpe crudo de Indie Latin Pop, donde líneas de bajo feroces y melodías impactantes revelan que la fama no es sinónimo de felicidad. En ‘Busco‘, la artista explora guitarras pesadas y texturas cercanas al rock industrial, sorprendiendo con un sonido que jamás habíamos escuchado de ella, mostrando que la experimentación es su nuevo mantra. Entre la honestidad de sus letras, la versatilidad de su producción y la audacia de sus apuestas sonoras, Ego y Amor se siente como un renacimiento: un EP que consolida a Merlis Camilo como una de las voces más frescas y auténticas de la música dominicana contemporánea. Aquí, la artista no solo canta; se desnuda, se cuestiona y nos invita a acompañarla en ese viaje emocional y sonoro.
MÓRIA – MADRE…amen
Luego de sorprendernos con ‘SERENO DE LA NOCHE‘ en el 2023 [leer nuestra reseña], MÓRIA regresa con otro trabajo completo, que lleva por título MADRE…amén, se planta en el mapa de la música contemporánea con un gesto de afirmación y riesgo. El álbum consta de siete cortes en casi 8 minutos entre la euforia del beat, la crudeza industrial y la memoria de lo caribeño funciona como un manifiesto breve pero incisivo: buscando sacudir. Desde el arranque con ‘Intro‘, un preludio de apenas segundos, la artista prepara el terreno para un viaje que oscila entre lo visceral y lo espiritual. Temas como ‘RD’ (gamma) y ‘Voy Pa’lla’ (alpha) se construyen sobre capas electrónicas y experimentaciones con bachata, que recuerdan tanto al club global como a la esquina dominicana. ‘Rulay Baddie’s (theta) y ‘STAR Culona’ (beta) destilan irreverencia, jugando con ironía y empoderamiento en clave digital. En Pilita Santa (delta), lo místico se filtra en medio del beat, mientras ‘Ambas’ (infralow) cierra con un descenso hipnótico hacia lo profundo, como si la artista quisiera dejar en el aire más preguntas que respuestas. La fortaleza del álbum radica en su cohesión emocional: cada pista se siente parte de una misma atmósfera, un mismo ritual. La producción, cargada de audacia y texturas fragmentadas, apuesta por la incomodidad antes que por la complacencia. Al mismo tiempo, su brevedad juega en contra… hay ideas que apenas rozan la superficie antes de desvanecerse, como si MÓRIA prefiriera insinuar caminos sonoros en lugar de desarrollarlos plenamente. Pero es precisamente ese filo lo que convierte a MADRE…amen en una experiencia estimulante. MÓRIA no teme jugar en los bordes, abrazar el ruido, tensar el cuerpo del beat hasta quebrarlo. Lo suyo no es el confort, sino la catarsis. En un panorama donde abundan los discos predecibles, aquí hay un trabajo que asume el riesgo de ser incómodo, extraño, incluso inacabado. Y por eso mismo se siente necesario.
Korven Brox – Déjame Sonar
El vocalista y cabeza de la novel banda Grunjeo, Korven Brox lanza Déjame Sonar (y sí, “sonar” de crear sonido) como un acto de independencia y desahogo. Es un disco íntimo, personal y, sobre todo, casero, se siente grabado entre cuatro paredes, con los recursos al alcance y las emociones sin filtro. No hay pretensiones, ni pulido extremo, ni obsesión por el brillo digital. Hay demos, esencia y una especie de ternura cruda que se asoma entre cada ruido. Compuesto por diez canciones, Déjame Sonar se sostiene sobre una voz que a veces suena agotada, otras francamente desgarrada, pero que nunca deja de ser honesta. En ese temblor hay algo punk, algo grunge, algo de ese espíritu que no busca gustar. Por momentos nos recuerda a Ed Maverick, Kevin Kaarl o Macario Martínez, y sí, inevitablemente, a un Kurt Cobain tropicalizado por la melancolía isleña, pero las reinterpreta desde su propio caos doméstico. La guitarra es protagonista, especialmente en piezas como ‘Siénteme’. Luego aparece un Korven más romántico en ‘Crush’ y ‘Promesas’, o en el experimento con Hancel Osorius en ‘Sueños’, donde asoman beats de trap y percusiones programadas. Hay gestos de búsqueda, intentos por expandir su universo sin perder el desorden que lo define. Déjame Sonar funciona más como collage que como álbum cerrado. Son fragmentos de Korven: ideas, confesiones y desvaríos. Es un gesto simpático, casi una tarea para no quedarse quieto. Por momentos se siente cansón, repetitivo, y algunas canciones corren el riesgo de diluirse entre sí; pero incluso en ese letargo hay coherencia.
