Reptiles Reptiles: «Yo veo la escena musical dominicana como algo absolutamente vergonzoso.»

por: Manuel Betances.-

Oscar Chabebe es… Reptiles Reptiles.

Continuamos con este ciclo de entrevistas dentro de la escena musical dominicana desde la esfera que alberga destacados proyectos dentro de la llamada música alternativa en la isla. Precisamente, el artista que tenemos hoy destaca por lo diverso de su propuesta, tanto a nivel de sonoridad como de filosofia a la hora de crear. Con tres EPs y un disco en vivo en colaboración con dos jóvenes propuestas locales, le toca el turno a Oscar Chabebe, un artista dominicano multidisciplinario, quien no se guarda nada ni teme decir lo que piensa, lo cual es una suerte que así sea, porque también su arte así lo refleja desde su trinchera creativa a la que ha bautizado Reptiles Reptiles. De esta forma les invitamos a conocer algo diferente entre lo llamado diferente que se produce en el amplio espectro musical del país, además de sus demás proyectos, colaboraciones e inquietudes

Discolai: ¿Cómo nace Reptiles Reptiles?

Óscar Chabebe: Reptiles Reptiles nace del principio de la pandemia, con mi primer EP, que lo hice en diciembre del 2020. Surge también de esa realidad de que uno, al final, queda solo… de esa olla y el lío de vivir en un paisito. Eso también es parte, porque, por ejemplo, mira: la gente dice que le tiene miedo a los reptilianos, pero yo, en lo personal, estoy loco por topárme con uno. Dicen que esa gente tiene dinero, a ver si me ayudan a sacar mi primer disco en vinilo. Entonces, Reptiles Reptiles es como un símbolo de paz, un ramo de flores hasta para el enemigo. Porque yo perdí un poco la esperanza en la humanidad, tú sabes, de entender… No es que la tenga ahora, pero en ese momento era especialmente notable el asunto. Y de ahí viene ese concepto de que todo el mundo se merece una oportunidad.

 Aparte de este proyecto, has realizado otros side projects (junto a dis.tant y Boundary, además de colaboraciones con Ricardo Toribio, y ahora con Duluc y Palo Nuevo). ¿Cómo se reparte o expande la creatividad para colaborar en masas?

Sí, he tenido la suerte de colaborar con varios músicos, con gente cuya música realmente me gusta. Por suerte, no ha sido por compromiso. Me gustaría poder hacer más cosas, pero nada… Por ejemplo, esa experiencia que tuve en el concierto que se grabó con dis.tant y Boundary fue una noche maravillosa. Fue un gran esfuerzo lograr que se pudiera grabar, y quedó súper bien.

Lo de Palo Nuevo fueron dos años de experiencia—más que de investigación, porque esa palabra me suena un poco cargada—como baterista y como productor. Soy amigo de Duluc desde hace mucho tiempo, y ese es un proyecto fabuloso. Va como en la línea de Luis (Días), en el sentido de que el rock no está como un adorno, sino como algo importante, fundamental. Porque el rock, como decía Luis, era música de intelectuales.

A mí me gustaría, especialmente como productor, trabajar con más personas. Pero el tema es que, a veces, cuando las cosas tienen un giro muy comercial, me cuesta un poco. Automáticamente me da como un “teriquito”, como decimos en buen dominicano. Es una versión natural que yo tengo, y realmente hoy hay espacio para todo, para que cada quien haga lo que quiera, tú sabes.

Lo que sí sé es que hay cosas que no me gustan, y en eso estoy muy claro. A menos que haya una moneda muy obvia y contundente, yo no voy a permitir que eso invada mi cerebro. Por eso dejé eso de los jingles y la publicidad. Porque tú te estás envenenando con una cosa mala, escuchándola por horas y horas… y eso te acaba envenenando, aunque te ganes diez o quince mil pesos. Eso no te va a resolver ya nada tampoco.

 Hablemos de El fin de Santo Domingo. Es casi una especie de performance sonoro lo que encontramos en esos temas.

Mira, El fin de Santo Domingo nace muy específicamente de un pique épico que cogí el 8 de diciembre—otro diciembre, en este caso del año pasado—porque yo iba a tocar en el homenaje a Luis Días. Pero nos instalaron no una, sino dos plantas eléctricas justo detrás de la tarima, solo para mover unas luces que ni se necesitaban, y una pantalla enorme, absurda.

Yo cogí un pique tan grande, hermano, que me fui de ahí. Solté el soundcheck en banda, empecé a desarmar mi batería. Después me enteré de que ni siquiera le pagaron a los músicos. Tuvieron que pedir y buscar dinero en Nueva York. Oye, una cosa… la vergüenza y la pena fueron insondables. Tanto así, que tuve una visión: un maremoto entrando por la Plaza Juan Barón y llevándose el ministerio con todo.

Y bueno, esas son cosas que me pasan. Quizás debí quedarme y tocar, pero realmente no quería pelear ni estropearle el día a nadie. Era un día muy especial. Lamentablemente, el Ministerio ha cogido eso ahora como para exprimir una teta de vez en cuando y ponerse a remover muertos como si fueran hamburguesas en McDonald’s, dándoles la vuelta en una parrilla… una cosa horrorosa, hermano.

Yo realmente no vuelvo. No vuelvo un 8 de diciembre a nada que tenga que ver si el Ministerio está ahí. Yo no voy. Ahora, si es Duluc con un atabal tocando ahí, yo voy. Pero si van a poner luces y planta eléctrica, no hay nada que buscar. Y exhorto a la población a que no vaya, que no participe, que lo pidan: que el Ministerio no vaya, que dejen eso tranquilo.

Entonces sí, El fin de Santo Domingo es un disco punk en principio. Y por eso le pido disculpas a todos por la cantadera. Pero mira, uno de mis ídolos para la voz de este disco, específicamente, fue Chespirito. Yo considero que fue uno de los peores cantantes de la historia, pero que nos hizo llorar a todos con aquella canción de Acapulco. El pobre no afinaba, pero te hacía llorar. Había algo, y yo quería rescatar un poquito de ese sentimiento: algo genuino, del corazón. Quizás no con la mayor capacitación técnica, pero sí con el mayor de los deseos.

La mayoría de las canciones del disco fueron grabadas en un solo día, fruto de ese pique y de ese desarreglo emocional que no realicé en el momento. Luego incluí algunas otras cosas que ya tenía preparadas y que sentía que iban en la misma línea.

foto de Lia Sued Cabral

Hablemos de las canciones de El fin de Santo Domingo.


«Huyamos a la izquierda» es uno de los tracks que yo había hecho antes del pique. Yo toco batería ahí; es el primero donde se oye la batería grabada en mi estudio. Es un track que fue muy, muy divertido, porque cada vez que suena esa trompeta —que es una trompeta de mentira— el tempo se acelera más y más. Creo que una de las características de mi forma de hacer música y de tocar batería es que pongo énfasis en no mantener tiempos constantes. La mayoría de la gente, incluso los más tercos en la música, se apegan a la idea de que tenemos que ser como robots, porque la vida está regida por los DJs y todo hay que mantenerlo en 120 bpm para que le metan su pum pum pum. Eso me parece una cosa absurda, casi esclavista.
Me encantan los teclados análogos —porque fluctúan—, aunque uso una batería, un ritmo, el ritmo siempre va variando, por los defectos mismos de los equipos, que no son profesionales, muchos ya están viejos, y además por la calidad de la electricidad en este glorioso país… No te puedo explicar la cantidad de interferencias, emisoras y ruidos que se cuelan. Vamos a hablar de eso: Huyamos a la izquierda.

«Maremoto en la Plaza Juan Barón» es el segundo track, casi el title track del disco. Es una balada absurda, muy absurda. Soy fan de lo absurdo desde chiquito. Y nada… no hay mucho que explicar. Fue una visión real, un deseo, un arranque emocional frente a una situación que no quiero que ocurra, pero como dice la canción: «esas cosas son de Dios y uno ahí no debe meterse».

«¡Quémenlo!»… Por cuestiones legales no voy a decir mucho, pero digamos que ¡Quémenlo! trata de expresar una sensación que todos los que vivimos aquí hemos sentido en algún momento. Cada quien puede insertar en esa canción su ministerio favorito, su institución estatal favorita… la que le duela. Por ejemplo, en ese momento yo llevaba cuatro semanas sin agua; ahí mi “enemigo” hubiera sido la CAASD. Así que dejémoslo abierto, que cada quien rellene ese espacio con lo que le parezca.

«La Última Fiesta de Palos» va también con esta idea de que Santo Domingo se acabó. Como que lo último verdadero fueron los años 80 y 90, y ya los 2000 son el sobrante, los residuos del fin. Yo visualizo La Última Fiesta de Palos como algo súper triste. Me imagino robots e inteligencia artificial tratando de montar una fiesta de palos. Otra vez, lo absurdo. Robots intentando cantar al estilo de Villa Mella.
Utilicé sonidos simples, como un timbal y hi-hats, con un ritmo de hip hop que hace de güira. No hay nada programado: todo está tocado con los dedos, y por eso tiene cierta fuerza. Aunque los sonidos sean absurdos, creo que cuando hay conocimiento de la sonoridad, se logra algo. El disco suena bastante bien considerando que está hecho con cosas que, básicamente, son de juguete. Ese tema incluye una plegaria a Duluc y a Luis, y expresa la sensación de que hay un vacío cultural muy fuerte, muy, muy fuerte. Aquí la gente solo tiene dinero para pagar boletas de conciertos de *** (censurado) o de yo no sé quién…

«Desamparo Antillano» marca un momento de descenso en el disco; bajan las revoluciones. En lo personal, tiene que ver con el abandono de la juventud: desde el niño deambulando en la calle hasta el niño “acomodado” que solo tiene ojos para su iPad. Ya no limpia vidrios, como decía Luis, pero vive aislado, solo, sin relaciones reales.
Y es también sobre el desamparo de esta isla, que ha sido siempre parte de su historia: abandono por parte de España, de Francia… Cuando llegaron aquí, todo muy bonito, pero después vieron México y no volvieron. Desamparo Antillano también se conecta con una historia sobre ladinos que llegaron con Colón, judíos conversos que tuvieron que rehacer su vida aquí. Esa idea se siente en la melódica, cuya armonía tiene un aire ladino, sefardí, que también es parte de nuestra historia.

«La Liberación de los Animales del Zoológico Dominicano» es algo que eventualmente va a tener que pasar cuando todo se descalabre. ¿Qué va a pasar con esos animales? Alguien va a tener que encontrar una manera de liberarlos. Yo crecí cerca del zoológico y fui muchas veces de niño, pero hoy siento que no es necesario. Las condiciones en que viven no son las mejores. Sé que se hacen esfuerzos, pero creo que hay demasiadas cosas que faltan en este país como para tener animales ahí encerrados. No pega. Y la liberación no será solo la de los animales. Quizás, algún día, seremos todos libres. Ojalá.

«El Retorno del Makey a la Playa Juan Dolio» es un tema que vengo escribiendo desde joven, desde que tenía como 15 años. Mi primera pieza sobre eso la escribí porque lo viví: vi cómo la playa de Juan Dolio fue cambiando, hasta volverse irreconocible. No creo haber vuelto a ver un makey (cangrejo ermitaño) en todos los años que he regresado. Es una memoria de infancia muy linda, de ver los makey, de ver montones de cangrejos cruzando la carretera… medio terrible, pero hermoso también.

Todo eso parte de esta idea del “fin de Santo Domingo”: que quizá, solo si cae un meteorito, habrá una forma de justicia. Tal vez entonces los animales sean libres, tal vez nosotros también. Y quizás, los makey podrán volver a Juan Dolio.

Notamos algo curioso: en los tres EPs de Reptiles Reptiles, cada uno tiene exactamente siete tracks. ¿Hay algún tema cabalístico detrás de eso?

No, no creo que haya nada cabalístico ahí. Es más un asunto práctico. Cuatro canciones me parecen muy pocas, y como en mi caso siempre tengo mucha música —no es que me falten ideas—, pues ya ocho se siente demasiado. Entonces siete es como el número perfecto, el punto medio. Pero bueno, ahora voy a sacar un disco nuevo que va a tener 12 canciones. Ya será un LP de una hora entera.

Eres aficionado a los teclados y tocas la batería. ¿Qué otros instrumentos ejecutas? ¿Sientes alguna inclinación por alguno en particular?

Bueno, también toco las kalimbas, que usé por primera vez de forma importante en el disco nuevo. Pero realmente lo mío es más como “jugar” con los instrumentos —como dicen en inglés, play más que perform. Básicamente, mis instrumentos principales son los sintetizadores, la batería, la percusión… y un poco de guitarra y bajo, claro.

¿Cómo ves la escena musical dominicana, en sentido general, no solo en el ámbito alternativo?

Yo veo la escena musical dominicana como algo absolutamente vergonzoso. Esa es mi opinión —no digo que tenga que ser así para todo el mundo, pero así es como yo la veo. Veo muchas cosas que me parecen ridículas. Siento que lo «te amo» ha ganado la batalla. No veo propuestas interesantes, solo cositas bonitas, como para sonar en un mall mientras te tomas un café, te comes un croissant y un heladito… Música diseñada para no molestar, que no diga nada que no sea «te amo», «te quiero», «te extraño». Y eso a mí me parece absurdo

En cuanto a la música urbana, creo que hay muchas cosas buenísimas que se pueden hacer. A mí me encantaría colaborar. He hecho esfuerzos por acercarme, pero también hay como un misterio, una barrera… y yo no me explico por qué. Estoy totalmente dispuesto. Me gusta mucho lo que hace gente como Scott Storch, y hay productores durísimos trabajando con el género urbano en Estados Unidos, pero aquí… la escena me avergüenza en general. Es todo muy light. Entiendo que así es como se mueve el mundo hoy, pero no veo propuestas que reflejen la realidad. Si tú analizas la música dominicana, aquí no hay ni un solo problema: todos vivimos como en «Bachata Rosa», como en un estado chubirú chubirú… Y esa no es mi experiencia. No sé la de otros que oigan esta entrevista, pero yo no vivo en un mundo de chubirú chubirú. Yo vivo en Naco, pero no vivo en chubirú chubirú.

Y lo alternativo… eso murió hace como diez años. Por eso me metí a Palo Nuevo, porque sentía que ya todo eso estaba muerto. y dije bueno Duluc vamos hacer algo, para que haya algo, se han reactivado algunas cosas de antes, pero no hay espacios donde tocar, y parece que el COVID terminó de matar lo poquito que quedaba de deseo por escuchar música en vivo. Aquí nunca ha habido cultura de eso: la gente va a los conciertos a hablar. Así que estamos feos para la foto.

Yo creo que lo único que se puede hacer ahora es grabar discos, dejar un registro. Que quede algo para el futuro, para quien sí le interese la cultura y quiera escuchar lo que se hacía en este tiempo.

Eres un artista multidisciplinario que no solo te has desarrollado en la música. ¿De qué se nutre Óscar Chabebe para crear?

Así es. Desde hace tres años me metí a hacer collage. Un día fui al Portal Cultural y, sin saberlo, descubrí que tenía esa vena… para que tú veas. Desde entonces no he parado. Ya llevo tres años trabajando en eso, nos reunimos los martes a hacer collage y ya tengo casi 200 horas acumuladas. Justo hoy vino un amigo a revisar unos cuantos trabajos.

Yo lo veo todo muy parecido: el collage, la música, la forma en que compongo… todo parte de una misma lógica. Mis ideas suelen girar en torno a ver las cosas en múltiples dimensiones, como si estuvieran sucediendo al mismo tiempo. Ese es un rasgo que creo que se refleja en todo lo que hago: siempre hay un cierto caos. Y en ese caos es donde encuentro sentido.

¿Donde podemos seguir, o encontrar el trabajo de Reptiles Reptiles?

Si estás harto de escuchar lo mismo de siempre —el “chubidú chubidú, te amo” de cada día— te invito a que busques Reptiles Reptiles en Spotify, YouTube o la plataforma digital que prefieras. Si te mueve la curiosidad, el caos creativo, la música dominicana hecha desde otro lugar, ahí estamos. Y si además quieres apoyar el proyecto de forma directa (porque hacer arte independiente no se sostiene solo), puedes hacerlo a través de Bandcamp con una ofrenda en dólares, o de manera más local, con una transferencia al Banco Popular, cuenta número 781-513742. Escríbeme, y con gusto te envío la música por correo.

También puedes seguirnos en Instagram como reptilesreptiles_official

Gracias por el apoyo y por darle oído a lo distinto.