por: Manuel Betances .-
Ayer, noche de brujas.
Hoy, día de todos los santos.
Mañana, día de los muertos o finados.
Llegado el otoño es la época de transición entre varios planos y en Dominicana sí que sabemos pasar de una cosa a otra entre pintorescas, festivas y sacras tradiciones. Hemos adoptado Jalogüin como si nada; a los Santos los tenemos presentes siempre y los atraemos todo el año hasta lanzando par de «san antonios»; entre Muertos vagamos y esos sí que andan entre nosotros como si nada. Pero como decían esas tías o abuelos cabalosos de que es mejor tenerle miedo a los vivos, acá queremos evocar varios aspectos desde la música por aquello precisamente de que a los vivos es que hay que temerles y, que no hay cuco más aterrador que el que recreamos en nuestras mentes.
Con eso vivímos y hasta lo celebramos bebiendo y bailando. Para eso la memoria nos trae a Antonio Zaglul, eminente psiquiatra y doctor dominicano de origen libanés, quien decía desde sus artículos en el libro Apuntes (1974:114): ‘El pesimismo lo sentimos hasta en nuestra música. El alegre merengue o la alegre mangulina llevan una letra cargada de tristeza y pesimismo (…)‘. De ahí que tengamos tantos personajes en esta extraña sociedad, y no nos da vergüenza alabar al bufonesco transportista, al corrupto político, al banquero testaferro, al narco que patrocina espectáculos, al descerebrado influencer o al llamado artista que su cara le ayuda para saber que nada aporta al arte. Y eso es digno de estudio psiquiátrico. Pero son nuestros ídolos y referentes.
Somos un pueblo baila penas y acá la muestra en una playlist que evidencia todo lo anterior cuando marcamos el ritmo haciendo mueca con los pies, y desde un espumoso merengue, la sanadora salve, el eufórico rock, una electrónica asincopada, un jacarandoso guaguancó o un alebrecado dembow queremos recordar a los ya caídos desde este plano con un velón encendío y música de fondo, por supuesto, porque la música sí que nos hace vivir.
